De entre todos los cambios que he tenido estos últimos meses, uno de los más llamativos sobre todo de cara a los que me conocen, ha sido mi reciente afición por el Airsoft. Cierto que apenas he hecho nada más que empezar, pero la verdad que el temita engancha. Tirar al monte a
arrastrarse por la maleza simulando estar en combate, para qué nos vamos a engañar: mola.
Pero mola más la parafernalia que se cuece alrededor. en estas cuatro partidas a la s que me he visto enfrentado, he asimilado más terminología militar, modelos de camuflaje, conocimiento de armas y tácticas de combate de las que me creía capaz. Supongo que cuando por fin llegue la invasión zombie los combatientes del pvc estaremos mejor preparados que los otros y podremos defender a la raza humana con mayor efectividad.
Pero bromas aparte, jugando a Airsoft he conocido gente fenomenal, sana en todos los aspectos y con la que hay un buen rollo digno de loa; para qué nos vamos a engañar, estamos entre frikis y nosotros mismos nos encargamos de autofagocitarnos; no hace falta que les caigamos bien a nadie, que para eso ya nos bastamos nosotros. y al que le guste, bien, y al que no, pues ya sabe. Vaya este comentario a todos aquellos que desde el sofá nos llaman locos por ir a correr al monte vestidos de camuflaje o por darnos el madrugón padre un domingo de resaca.
Y ya que estoy, quiero agradecer, por el momento, a toda la gente que me he encontrado por los campos de «El Boalo», «Área 77» y en Chapinería (léase Campodelta, Desterrados, Airsoft Zombie y CEB), por esas cuatro mañas en las que sudaba como un condenado mientras disparaba detrás de los pinos.
Por supuesto, y como no podía ser de otra manera, ejercí mi labor de corresponsal de guerra y cámara en mano, me he dedicado a retratar la cruda realidad de la guerra del plástico; una auténtica carnicería.
Podéis ver el resto de la galería pinchando en cualquiera de las imágenes del post o pinchando directamente aquí.