Siempre digo que cuando trabajo de fotógrafo en bodas me siento privilegiado. No tanto por el trabajo en sí, que resulta casi siempre gratificante (¿qué hay mejor para un fotógrafo que alguien quede complacido con tu trabajo?), como por la gente increíble, hablo de los novios e invitados, con la que por lo general me encuentro. Si ya la boda de Francelia y Juan fue increíble, Irene y Agustín han sido dos anfitriones de órdago, tanto para los suyos como para nosotros, pues en esta ocasión hice la boda con otro fotógrafo.
Apenas hay palabras de gratitud para contar cómo nos trataron desde el principio (a Jesús y a mí, pues yo iba de segundo fotógrafo), como unos invitados más; y ellos con nosotros dispuestos a dar lo mejor de ello en la sesión, no sin el inconveniente del sol abrasador de julio, que picaba de lo lindo. Pero ahí estábamos, en pleno centro de la capital (Plaza Mayor, Mercado de San Miguel, Ópera…) para hacer la boda lo más madrileña posible, taxi al restaurante incluido.
Sólo me queda agradecerles una vez más a Irene y a Agustín lo bien que se portaron y que me hayan permitido dejaros una pequeña muestra de su enlace.
¡¡Enhorabuena!!
También hubo un momento para dibujar…
