¡Ya! Por fin el último tramo; la última parada de un tour sensacional (salvo por discrepancias con el guía y nimiedades varias) en una ciudad fantástica, de la que me llevo un recuerdo inigualable, a pesar de ser la segunda vez que piso la capital francesa. Y es que estar en París, sea la época del año que sea, te deja ese regustillo a nostalgia que te hace pensar que podrías quedarte ahí todo el tiempo necesario sin dejar de sorprenderte por cada esquina. Supongo que a poco que alguien vea fotos en guías o lea unas cuantas líneas de algún libro sobre París (por no hablar de si alguien ha estado ya allí) sabrá a qué me refiero. Y es que, y es sólo una opinión, tienes que ser muy frío para que París te deje indiferente. Te podrá gustar o no, pero desde luego, no pasa desapercibida para el turista ocasional.
En gran parte debo esta sensación al colosal monumento que representa la imagen de la capital. Esa construcción de acero «hierro pudelado» tan reconocible como espectacular que me impide dejar de hacer fotografías desde cualquier ángulo que se me ocurra; ya veréis que aparece en gran parte de las fotos de la galería. Y no, no es porque la torre se vea desde cualquier ventana, es que haces lo posible por verla desde cualquier rincón. Estar a sus pies te abruma; divisarla a través de los tejados te inquieta, estar subido en ella te sobrecoje, verla en una postal te altera… vamos, que no puedo compartir esta ciudad con ella sin dejar de mirarla. Si para colmo voy con la cámara en la mano, para qué os quiero contar.
Bueno, pues creo que es el momento de dejaros con las fotos y de poner un punto y final a esta tourné centroeuropea que empezó en agosto del año pasado pero que para mí, casi puedo decir que termina hoy, en el momento que le dé al botón y pueda compartir estos recuerdos con vosotros, que aunque veo que escribís pocos, tengo constancia de que me visitáis unos cuantos.
Gracias por vuestra paciencia y comentarios durante este viaje :-). En breve, más fotos, pero cambiando de tema.
Louvre
Os voy a encasquetar aquí una fotos del Louvre. Al margen de que el mérito artístico no es esencialmente mío, la verdad es que me resultó muy chocante encontrarme cara a cara con muchos de los testigos que me han seguido tan de cerca durante mis años de carrera a través de carboncillos y papeles Ingrés; por no hablar del soponcio que me llevé al tropezarme de morros, como quien no quiere la cosa, con mi cuadro por excelencia Muerte de la Virgen, del genial y marrullero Caravaggio.
