Marcela cumple un año
Pues sí; hoy hace ni más ni menos que un año que duermo menos y que tengo menos tiempo para mis cosas. También hace un año que parece que mi casa ha mermado de tamaño y está decorada con alegres ladrillos y piezas de colores estratégicamente esparcidos por el suelo del pasillo. En casa se oye llorar por hambre más de lo que se oía hace doce meses, y eso que yo era bastante vehemente cuando me entraba la gusa. Hace un año todavía me consideraba deportista y no tenía ni idea de lo cansado que era «no hacer nada… pero hacerlo todo a la vez». Juro que hace un año no sabía cambiar un pañal ni que había más variedad de chupetes que de montaditos en el sitio de los cien. Nunca pensé que poner un pijama a un pulpo fuera tan complicado, que el gateo podía alcanzar velocidades tan trepidantes y que la nana de Brahms no pagaba royalties, gracias a Dios, en cada cacharro que la reproduce. En definitiva, hace un año, hace cincuenta y dos semanas, yo era otra persona. Y luego llegó Marcela.
Durante este tiempo, Marcela ha cosechado merecidos logros; a saber: ir de invitada a más bodas que muchos de los otros invitados a esas mismas bodas; entablar comunicación transoceánica con los delfines agudizando las vocales hasta el punto de rotura del vidrio; acercar un metro la primera linea de playa de San Juan (Alicante) a base de comerse la tierra que separa el mar de la zona residencial, o conseguir que Marinieves y Udea (nuestra gata y nuestra perra respectivamente) se alíen por primera vez en cuatro años y no se esquiven cuando se acercan a menos de veinte centímetros, pues hay «otro bicho» al que esquivar conjuntamente. También podríamos mencionar los logros personales de ser la envidia del resto de madres cuando la ven comer como si fuera Obélix y creo que ostenta algún récord de tercera división en lo que viene a ser competición mundial de rellenar pañales, pero aún no lo hemos cotejado.
Mi propósito para este año pasado, además de aquello de terminar el cómic de Montecristo y otras sandeces, ha sido (y este sí que lo he cumplido) hacer a la enana, al menos, una foto al día. En serio; lo hice. Incluso más de una. A veces se me iba la hora y ya la hacía a la madrugada del día siguiente, pero siempre, eso sí, antes de irme a dormir. Aquí os las dejo, porque sí; porque me da la gana; las 365 y otra de regalo que es la que acompaña el post (de ayer mismo). Algunas fotos está mejor y otras peor; otras incluso repetidas, pero es lo que tiene que durante los primeros ocho meses un ser vivo apenas se menee, que lo tienes que mover tú y no siempre hay colaboración. Por no hablar de las horas de sueño, claro. Las suyas, digo; no las nuestras, a ver qué os creéis.
Pues que no me enrollo más; de 24 de septiembre de 2014 al 23 de septiembre de 2015. La foto de Marcela de hoy tendréis que esperar a verla hasta el año que viene, si es que me cuadra seguir haciendo una foto al día a la guapa de los ojos grandes y azules. Que va a ser que sí. Ya lo veréis.
Felicidades, hijita.
Que bellaaaaaaa Daniii está para comérsela, muchas bendiciones!!!
Muchas gracias lindísima!!! Un besote muy gordo :-*
Que bonita es, Dani.
Felicidades a Marcela y a los papis 🙂
Muchísimas gracias figura. Te echo de menos en el caralibro 🙁
She is an angel! 🙂
Gracias guapetona!!!! 😀
Qué bonito lo que escribes y cómo molan las fotos.
Tú, que me miras con buenos ojos, :-D. Un besote!