¡Hola! ¡Soy Marcela! Estoy aprovechando que mi padre está durmiendo la siesta, el suertudo todavía está de vacaciones, para cogerle el ordenador y poner las fotos de las vacaciones.
¿Sabéis? Volvimos la semana pasada de Londres. Es la segunda vez que me llevan, pero la primera vez era muy pequeña (no como ahora que casi tengo ya dos años) y como no podía andar me llevaban en carro a todas partes. Y claro, era tan aburrido que me quedaba dormida a la primera de cambio dentro del abrigo. Ahora también me han llevado en carro, pero cuando podía me escapaba corriendo calle abajo. Esto de Londres es la pera… yo, acostumbrada al tráfico madrileño… ¡¡y aquí los coches van en sentido contrario!! un rollo, hijos. En fin.
Marcela en el transporte público
Aquí el transporte público no está mal. El metro corre que se las pela y llega muy rápido y a todas partes, pero hijos… ay eso de la accesibilidad. Parece que no lo tienen muy implementado en el córtex estos britanos. No veas tú el pifostio de subir las escaleras conmigo (y la silla a cuestas), porque hay ascensores en una de cada cinco paradas más o menos. Además de que parece que han excavado el metro casi en el infierno. ¿Sabéis lo abajo que está de todo? Lo bueno es que en el metro puedes aprovechar para leer el periódico e informarte de todo.
Por el contrario, los autobuses son bastante cómodos, salvo que te toque uno antiguo, que son un horror y me tienen que sacar de la silla y plegarla para subir en ellos. Ah! y tienen dos plantas; yo todavía no he subido a la planta de arriba, que dicen que se ve todo mejor, pero cuando sea mayor y cumpla tres años, seguro que me dejan subir.
Marcela en los Pubs
Que sí, que Londres está muy bien… pero lo que molan son los pubs. No sé cuanto me queda para poder tomarme una pinta, pero les tengo una envidia… a mí es que solo me dan agua de grifo (tap water de esa que la llaman aquí) y de comer… pues bueno, tengo que conformarme con lo que ellos piden. He comido fish & chips, hamburguesas, comida thailandesa (ay, cómo me gusta el curry), italiana (pero no macarrones, no; gnocchi y lasagna, que una es muy suya) e incluso del Mark & Spencer, que no sabría decir muy bien qué tipo de comida es pero que viene toda envasada.
Estuvimos, digo, en varios pubs muy molones. En uno de ellos tenían una zona reservada para juegos de mesa y mi padre (que volvió al día siguiente) dice que había unos chicos jugando al Dungeons and Dragons en las mesas donde habíamos cenado antes. Cuando sea mayor y tenga por lo menos cuatro años, yo también voy a jugar al Dungeons and Dragons y voy a llevar un bárbaro con un hacha que ya veréis la leña que va a repartir, pero mientras tanto, sigo esperando a que saquen el juego de rol de Peppa Pig y hagan un crossover con Pocoyó.
Los pubs son muy chulos porque parecen decorados por el aparejador de Hobbitón: están llenos de mesas bajas, con sillas bajas y sofás bajos, techos bajos y las paredes llenas de flores y otros emperifollamientos que ya los quisiera Galadriel para su cuarto de baño. Estuvimos en uno que tenía tantas cosas dentro que no les cabían las plantas y las habían puesto por fuera.
También la gente juega a los dardos en los pubs. Espero que lo hagan antes de beberse la cerveza, por lo de apuntar y tal, que estábamos al lado.
Marcela paseando por la calle
Aunque es verdad que el metro te lleva a todas partes, también está bien ir andando a los sitios, aunque claro se tarda más. Pero es que si no te pierdes todos los monumentos. Que no se diga que no nos hemos pateado las calles ¿eh?
Marcela fashion victim
Pues resulta que la gente viene a Londres a comprar, como si no se pudiera hacer ya por Amazon. El caso es que si mis padres van de compras, pues yo también; entre otras cosas porque me llevan ellos. Pero es que es taaaaaan difícil no caer rendida al glamour de un buen impermeable o a la exhuberancia churrigueresca de Harrods… aquí es todo muy cuqui.
Marcela y los museos
Londres está lleno de museos. Tienen museos para casi todo, como si tuvieran que guardar todo lo que tienen en sitios para poder enseñarlo luego en lugar de dejarlo donde estaba. Menos mal que son gratis. Nosotros vimos dos museos. Uno lleno de animales disecados y otro lleno de piedras con dibujos de tíos en pelotas. Sé que esto puede resultar una simplificación bastante extremista del Museo británico pero es lo que hay. En la Torre de Londres había otro museo, pero ese lo dejo para luego.
Marcela y los monumentos
Pero como no tienen museos de sobra, en Londres también hay muchas cosas para ver por fuera, como el reloj grande ese que tienen al lado del río, la catedral gorda en mitad de la ciudad, el palacio donde vive la reina esa tan vieja que tienen y el hijo de las orejas de soplillo, una noria enorme o yo que sé cuantos puentes diferentes para ir de un lado al otro del río.
Marcela en la Torre de Londres
La Torre de Londres es ese sitio donde, entre otras cosas, los señores ingleses encerraban a los enemigos para torturarlos antes de llevarles al patíbulo; pero también servía como castillo para guardar cosas, gente y las joyas de la reina que deben de costar mucho para tenerlas ahí encerradas a cal y canto. También guardaban animales que traían de por ahí, porque, aunque el símbolo de Inglaterra es un león, la mayoría de los ingleses no había visto un león en su vida, así que si querían ver alguno, podían acercarse aquí y además ver osos, monos y elefantes. Hoy ya no quedan bichos, pero han rellenado los huecos con esculturas de animales hechas de tela de gallinero. curiosamente, no hay gallinas. Pero sí que hay cuervos.
Marcela en Hyde Park
Hyde Park no tiene nada de «escondido», porque cualquiera esconde un sitio tan grande y verde en una ciudad llena de casas. Además, es «hyde» y no «hide», así que como mucho se podría transformar como el doctor Jekyll. En cualquier caso es un parque grande como la casa de campo y bien cuidado como el Retiro, con muchas estatuas chulas y otras bastante horteras, pero qué le vamos a hacer. Pasear por allí está bien porque hay muchos lagos y estanques y las ardillas, los patos y los loros se te acercan a comer de la mano. Además hay un barco pirata enorme para que jueguen los niños (los mayores, yo no) y también hay jardines y algunas atracciones de feria. Vamos, que si te aburres es porque quieres.
Marcela y la vuelta a casa
Pues todo lo bueno se acaba, y las vacaciones también. Llega el momento de volver a Madrid y despedirnos de Londres hasta la próxima, que vete a saber cuándo será. Espero por lo menos ser mayor y tener cuatro años para subirme al barco pirata de Hyde Park, a la noria grande del río y a todas las cosas a las que no he podido subir porque todavía no medía lo suficiente. Mientras tanto, toca seguir practicando el idioma.