Después de esperarla durante nueve meses y un poco más, por fin, la semana pasada, Marcela asomó la cabeza y recibió su bienvenida al mundo. Mientras pensaba que escribir aquí, se me venían a la cabeza mil clichés sobre que los hijos te cambian la vida, que ser padre es lo más maravillosos del mundo, que si al principio se hace muy duro pero merece la pena… bla, bla, bla. Que sí. Todo eso es verdad. Hay niños (o niñas) de un tipo, y los hay de otro. Son diferentes, jamás mejores ni peores. Nuestra Marcela, es una más, responsable de que me haya hecho accionista de kleenex y de una marca de baberos holandesa a los que he encargado varios palés únicamente para mí; responsable de que nuestra gata Marinieves lleve una semana desaparecida en casa sólo asomando el hocico para comer; responsable de que siempre haya alguien en casa o el teléfono siempre esté sonando (ojo, no se entienda esto como una crítica sino todo lo contrario, que estamos encantados de escucharos y de veros); responsable de que en los dos días que pasamos en el hospital haya consumido más del 80% de los 2 Gb de tarifa de internet que tengo contratados con Pepephone; responsable (y modelo) de las casi trescientas fotos que he hecho desde que está aquí; responsable de tener la casa más recogida y responsable, entre infinitas cosas más, de la cara de abobado que tengo cada vez que me quedo sólo mirándola a ver si se mueve durante horas.
Marcela ha llegado para, espero, darme muchos dolores de cabeza, pero mientras tanto, aquí la tenéis durante su primera semana en el siglo XXI.
¡Preciosas! Y también preciosos vosotros tres.
Preciosas fotos, padrazo!
Qué bonitas!
Me encanta la del chupete ??