Tailandia

Quién iba a decir que al final han pasado más de dos meses sin que me diera una vuelta por aquí. En este tiempo, lejos de estar de brazos cruzados, apenas he parado de hacer cosas, tanto a nivel particular como profesional, pero parece que sentarme un rato a actualizar el blog me daba más pereza de lo que creía. En fin.

Al final, ha tenido que ser mi recién estrenada condición de «hombre casado» la que me haya devuelto a la actividad bloguera, cómo no, a través del viaje que nos hemos pegado a Tailandia, bastante diferente al que hicimos el año pasado a la India; nada que ver.

Para empezar, hemos estado un tercio del tiempo del que estuvimos el verano pasado visitando a los descendientes de Vishnú, Shiva y compañía. Eso no ha querido decir que nos haya llovido menos. Ni hablar. Es lo que tiene viajar por esas latitudes en pleno monzón: que te llueve. Mucho. Apenas disfrutamos de cuatro días de sol y el resto, un aguacero de proporciones bíblicas, como corresponde.

Estuvimos en un «hotelito» en Khao-Lak, a unos ochenta kilómetros de Phuket. Al sur. Esas playas fueron las más afectadas por el tsunami de 2004 y podría decirse que tanto las instalaciones como el pueblo en sí han visto renacerse en apenas nueve años. Allí la gente es muy tranquila, muy amable. Cómo sólo puede ser así de humilde alguien que ha visto como su casa, su familia y sus amigos se han ido arrastrados por la marea. A veces tienes la impresión, cuando les conoces un poco, de que están esperando otro desastre. En resumen, buena gente. Eso sí, de castellano, ni «mu», y el inglés que hablan es de venirse abajo.

Cosas típicas tailandesas: los anacardos, por ejemplo; debería ser, si no lo es ya, producto nacional. A los anacardos les echan comida, y no al revés. Antes anacardos que picante, que ya es decir; pero oigan, un lujo.

También el picante en las comidas. Recomiendo ir con pies de plomo a futuros viajeros de delicadas entrañas. Si bien hay platos que no pican en absoluto (aunque llevan anacardos) la carta del «non-spicy» se reduce a los tallarines pad-thai, algún plato con pollo (y anacardos) y a la fruta; aunque ojito con los zumos porque a la mínima te cuelan jengibre (otro producto nacional) que viene a ser «la guindilla jalapeña» de los postres. Que será muy buena para la garganta, indudablemente, pero mejor tampoco abusar.

Una de las cosas mas atractivas de Tailandia, es la vida nocturna. Paradójicamente, contrasta radicalmente con la moralidad que impide a oriundos y turistas hacer top-less en la playa. La noche tailandesa es igual de hortera (aunque entrañable) como su sentido estético a la hora de elegir el enfoscado de sus terrazas. Chirría y te hipnotiza a partes iguales. Cuando menos cuenta quieres darte, más enfrascado estás viendo neones y luces de colores que yo creo que se inventan. Eso sí, acompañan a la perfección a las señoritas que bailan en las barras, muy majas, digámoslo así. Nos quedamos con las ganas de satisfacer la curiosidad antropológica que es el «número de las pelotitas de ping-pong«, que ofrecían por la calle del mismo modo que te ofrecían un taxi.

Lo más espectacular que pudimos ver, sin duda (el monzón se encargó de cancelar varias excursiones) fueron las islas. Monumentales bloques de piedra esparcidos en el agua que constituyen una auténtica atracción para turistas. Una de las más emblemáticas es «La Isla de James Bond». Se llama así, directamente. Fue donde se rodó «El Hombre de la Pistola de Oro», con Roger Moore haciendo de agente 007; simplemente por esto, merece un revisionado.

Nos hubiese gustado ir a las Islas Phi Phi, donde se rodó «La Playa», con DiCaprio o hacer buceo en las «Similan Islands» pero a las primeras tuvimos que renunciar por las lluvias y la marea y las segundas permanecen cerradas de mayo a octubre, hasta que se va el monzón maldito.

También nos dejamos en el tintero Bangkok, algún templo perdido en la montaña y muchas otras cosas, pero no dudo que algún día volvamos a terminar de hacer el tour.

El mal tiempo condicionó también mi labor fotográfica y los momentos en los que podía o, qué diantres, me apetecía sacar la cámara estaban marcados por los interludios entre aguaceros, y donde el paisaje tampoco cambiaba demasiado; típicamente tropical. Aún así, algo se ha podido hacer. Podéis ver todas las fotos en la galería de Flickr; espero que os gusten, pero siempre podéis expresar vuestra opinión en los comentarios del post.

En breve, más.


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7 Comentarios

  1. Me has dejado impresionada con la calidad de las fotos! Dan ganas de viajar allí! Además, a mí me encantan los anacardos 😉 eso sí, los monzones ya no tanto.
    Bienvenidos de nuevo al asfalto madrileño
    un besazo, artista!

  2. Me has dejado impresionada con la calidad de tus fotos! Dan ganas de viajar allí. Además, a mí me encantan los anacardos 😉 Eso sí, los monzones ya no tanto.
    Bienvenidos de nuevo al asfalto madrileño.
    un besazo, artista!

  3. Están genial Danielo. Los b/n increíbles y las nocturnas espectaculares. Cuelga más que me han sabido a poco.

  4. ¡Buenísmas todas! ¡High level Thai pics tiger!

  5. Están del najas chato! Me gustaron mucho. Muy coloridas (las de color) pero sin pasarse (toque fino) y todas con los contrastes perfect.